Diario de una Enfermera

Diario de una Enfermera Venezolana en Londres.

7.4.08

No lo merecía

Últimamente ando un poco melancólica, quiero retomar la guitarra (esa es la razón de mi publicación anterior) y entre una cosa y otra de leer y recordar me dieron ganas de publicar un cuento que leí dentro del un libro de Walter Risso. Lo busqué en la web y lo conseguí en esta dirección http://www.nocturnabsas.com.ar además está comentado y de forma muy preciosa según mi apreciación. Aquí lo dejo y espero que sea de su agrado.


Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte.
Aristocratas y adinerados señores
habían llegado de todas partes
para ofrecer sus maravillosos regalos.
Joyas, tierras, ejercitos y tronos conformaban
los obsequios para conquistar a tan especial criatura.
Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo,
que no tenía más riquezas que amor y perseverancia.
Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
-"Princesa, te he amado toda mi vida.
Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte,
te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor...
Estaré cien días sentado bajo tu ventana,
sin más alimentos que la lluvia y
sin más ropas que las que llevo puestas...
Esa es mi dote..." La princesa, conmovida
por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
-"Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposaras".
Así pasaron las horas y los días.
El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos,
la nieve y las noches heladas. Sin pestañear,
con la vista fija en el balcón de su amada,
el valiente vasallo siguió firme en su empeño,
sin desfallecer un momento. De vez en cuando
la cortina de la ventana real dejaba traslucir
la esbelta figura de la princesa, la cual,
con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena.
Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas
habían comenzado a planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona
habían salido a animar al próximo monarca.
Todo era alegria y jolgorio, hasta que de pronto,
cuando faltaba menos de una hora para cumplirse el plazo,
ante la mirada atónita de los asistentes
y la perplejidad de la infanta,
el joven se levantó y sin dar explicación alguna,
se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino,
un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó:
-"¿Qué fué lo te que ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta...
¿Por qué perdiste esa portunidad?... ¿Por qué te retiraste?..."
Con profunda consternación y algunas lagrimas mal disimuladas,
contesto en voz baja:
-"Mi amada princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento ...
Ni siquiera una hora... No merecia mi amor...".
Autor: Walter Riso
El merecimiento no siempre es egolatría, sino dignidad. Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta el último rincón, cuando perdemos la verguenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos merecemos comprensión. Que se menosprecie, ignore o desconozca firmemente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de los casos, ligereza. Cuando amamos a alguien que, además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado. Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido en algún lugar, empaco y me voy. Nadie se quedaría tratando de agradar y disculpandose por no ser como les gustaría que fuera. No hay vuelta de hoja. En cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin "mala intencion", puede que te merezca pero no te conviene...

3 Comments:

  • At 1:50 p. m., Blogger El Trimardito said…

    Muy reflexiva, esa lectura muy buena.

    saludos!!

     
  • At 2:46 p. m., Blogger skribi said…

    Sin embargo, el plebeyo la tenía fácil. Sabía exactamente el momento en qué retirarse con dignidad. En la vida real ¿cómo identificar ese momento?

     
  • At 1:46 p. m., Blogger Pablo said…

    ¡Marié, me encantó esta historia! Gracias por publicarla (y, por cierto, felicitaciones retrasadas por tu graduación)

     

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