Recordando a Pedro, que hoy hacen 2 meses que cambió de plano.
---------------------------------------------------
Aclaratoria: esto lo escribo luego de leer este post... sinceramente no estoy satisfecha con su acabado... creo que esto de ser bloguera debe practicarse por que sino se pierde.
---------------------------------------------------

Retomemos: el 25 de septiembre iniciaron mis actividades del 6to semestre. A este le llamamos Internado Rotatorio que vienen siendo 600 horas que me son exigidas para poder recibir el título de Técnico Superior en Enfermería, las cuales se dividen en etapas clínica y comunitaria. La primera se cumple en el Hospital Universitario de Caracas, dependiendo del Servicio (Unidad Clínica) al cual te asignen.
Durante mi carrera siempre tuve la suerte de trabajar en salas de mujeres, cosa que yo procuraba a toda costa porque me parecía que los hombres eran más difíciles de atender, y pudiera ser que no fueran suficientemente respetuosos conmigo, y que seguramente yo no sabría cómo manejar la situación, y tal vez me sentiría incómoda, y ellos conmigo... Pero mi suerte cambió este semestre y fui asignada a la sala de hombres del Servicio que me correspondió. Nada de gusto me dio... (¿por qué a mí, Dios?)...
Además de todo, el Internado Rotatorio ha sido una experiencia más que interesante para mí, ya que por fin estoy ejerciendo aquello para lo que me he estado preparando en todo este tiempo, estoy encargada de una sala con 9 pacientes, y mi rutina podría describirse así:
Llego al Hospital a las 6:30am, voy al vestuario a ponerme mi uniforme blanco-blanquito (como los que aún se usan en mi país), subo a la Coordinación a firmar mi entrada en los registros de la universidad, y me voy a mi servicio. Firmo en la hoja de entrada al hospital, leo el reporte de la tarde y noche anterior, anoto las tareas que nos dejaron pendiente. Llevo mis maletas (enormes, por supuesto) al sitio asignado para ellas, saludo a mis pacientes en general luego cama por cama a cada uno para saludar y me cuenten como estuvo su noche. Me dirijo a la faena, hago la rotulación para los medicamentos de la mañana, los preparo, y me devuelvo a la sala para cumplirlos.
Paciente por paciente debo verificar "los 5 correctos": Paciente correcto, Medicamento correcto, dosis correcta, vía (de administración) correcta, hora correcta. Sin olvidarnos de la conversadita correcta (je je je) que además de ser un intercambio de cariño, es útil para evaluar el estado de conciencia del paciente, el estado anímico, su aspecto físico, su aseo corporal, un examen físico ligero y superficial pero muy útil, se le explica como cada día su tratamiento, se aprovecha de aclarar sus dudas y de dar siempre un poquito de educación para la salud. Por eso me gusta quedarme al menos 10 minutos con cada uno, aunque haya terminado antes, y esto también me permite observar sus reacciones ante en tratamiento y detectar de forma temprana alguna reacción adversa que se estuviese presentando.
Que bueno es equivocarse y sobre todo en casos como estos, porque creí que trabajar en sala de hombres no era bueno pero en mi sala hay 9 caballeros (sí, CABALLEROS) a quienes atiendo cada día y me producen alegrías y satisfacciones que se me harían difíciles de describir... valoran mucho lo que hago por ellos, me tratan con muchísimo cariño, y ni hablar del respeto, son increíbles, demuestran tanta alegría cuando me ven llegar, colaboran conmigo en los procedimientos, se ayudan mutuamente... Jamás pensé que ser enfermera de sala de hombres era tan bueno (ja ja ja), es una bendición, no lo cambiaría por nada, de veras.
Esto es apenas parte de las tareas del día, pero ya me está dando como vergüenza de publicar algo tan largo. En la próxima contaré las otras cosas, por si acaso alguien quería saber cómo es eso de ser enfermera, o de entretenerse leyendo las odiseas por el intento de alcanzar esta carrera.
Etiquetas: ser enfermera